Waymos incendiando: efigies en llamas de la oligarquía tecnológica

Cuando protestantes quemaron vehículos de Waymo en las calles de Los Ángeles, no se trato de una destrucción descontrolada. Fue un mensaje directo de la clase trabajadora contra la oligarquía tecnológica.

Waymos incendiando: efigies en llamas de la oligarquía tecnológica
(James Thacher/ Bay Area Current)

Traducido por Sandra Barcenas

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Las imágenes de Waymos en llamas – robotaxis fueron desarrollados y propiedad de una filial de Alphabet (Google) – han cautivado la imaginación de observadores de todo el mundo. En medio de protestantes históricas contra la deportación y una represión autoritario del gobierno federal (que ha llevado al gobernador de California, Gavin Newsom, a demandar al president de Estados Unidos), se alegan que los protestantes incendiaron cinco robotaxis Jaguar I-Pace de la marca Waymo cerca del centro de Los Ángeles. El potente espectáculo, alimentado por la energía química de la batería de iones de litio de cada vehículo (que, según Scientific American, equivale 77 kilos de TNT), destrozó cada vehículo y finalmente no dejó nada mas que chasis carbonizados y aire tóxico.

Mientras las recientes protestas han sido la mayoría pacíficas, las fotografías de los robotaxis en llamas y llenos de grafitis han provocado un intenso debate político, que en algunos momentos ha eclipsado la larga preocupación de separación familiar, secuestros públicos y violencia estatal que están la raíz de la furia del público.

Algunos aspectos de este debate – centrado en la destrucción de propiedad como táctica legítima o ilegítima de protesta – son familiares. Trás el asesinato policial de George Floyd y durante el resultado de levantamientos de Black Lives Matter de 2020, analistas y políticos de derecha dicen que la destrucción de propiedad era evidencia de la “decadencia institucional” y “ideología venenosa” que infecta a todos los Americanos.

En la izquierda política, los debates fueron más matizados. Algunos fueron enfocados en los protestadores pacíficos y justos, razonamiento que la violencia surgió de elementos marginales del movimiento que ignoraron las reglas y principios establecidos por los actores del movimiento. Otros dicen que la propiedad dañada – y en particular a las tiendas de lujo – deben de ser mas en serio en sus propios términos. Como explicó R.H. Lossin en la Nation, “Nada simboliza mejor la exclusión, la privación y la gran desigualdad de clases que caracteriza a nuestro sistema economico actual que las tiendas de lujo del distrito SoHo de la ciudad de Nueva York…[que fueron vandalizadas]. De esta perspectiva, el enfoque singular en la destrucción de la propiedad sobre las vidas de los Africano-Americanos apuntalado la furia que alimento la protestas.

Como las tiendas vandalizadas de Gucci y Channel en 2020, los carros Waymos se han convertido símbolos de las recientes protestas contra las deportaciones públicos a gran escala de inmigrantes bajo la administración de Trump. Mientras yo no apoyo la destrucción de propiedad, creo que comprender las dos espectaculo – y el aumento de atención que ha agarrado – es la clave para entender la lógica política y patologías del momento. Es valioso explorarlo.

Como las tiendas vandalizadas de Gucci y Channel en 2020, los carros Waymos se han convertido símbolos de las recientes protestas contra las deportaciones públicos a gran escala de inmigrantes bajo la administración de Trump.

Los Waymos representan, como una activista joven lo puso, “una falta de humanidad” que ha permeado la vida y gobernanza con el crecimiento de las Grandes Tecnológicas  y su integración dentro el aparato político, social, y técnico del Estado. No solamente son Elon Musk, Sundar Pichai, y Jeff Bezos entre las personas más ricas del mundo entre el histórica mundial desigualdad, sino ellos también tienen acceso especial y asumen influencia sobre el gobierno y decisiones políticas. Y en términos puramente económicas, la eficiencia de sus desarrollos de tecnología no han sido compartidas con la clase trabajadora. Claro, se alega de estas compañías generan trabajos peligrosos, económicos precarios en Estados Unidos y otros países. Mientras, sus productos – incluyendo los robotaxis de Google – invaden nuestros espacios urbanos, muchas a veces de formas y a través de medios que siente fundamentalmente injustos o hasta destructores del mundo.

En San Francisco, a donde Waymos han cruzando en las calles como vehículos comerciales desde 2023, estos robotaxis – y su gobernanza – han sido controversiales.

Aunque el argumento primaria para la adaptación de estos vehículos ha sido la seguridad pedestre, los lideres de la seguridad pública se han opuesto. El año pasado, antes la Comisión de Servicios Públicos de California permitió la expansión de los robotaxis para propósitos comerciales, el jefe de bomberos de San Francisco y numerosos policías se opusieron a la medida en audiencias públicas, concluyendo que no estaban listos para “horario de maxima audiencia.” Además de las lesiones causada por los vehículos autónomos (como atropellar y arrastrar un pedestre y atropellar a un ciclista), los socorristas expresaron su frustración por los frecuentes problemas logísticos que planteaban los vehículos. Como dijo el jefe de bomberos, “No es nuestro trabajo supervisar sus vehículos.” Un comandante de policía expresó su preocupación por la falta de transparencia en la gestión de los robotaxis, afirmando que las empresas a menudo no responded a las llamadas de la policía, incluso cuando los vehículos interfieren en las operaciones de seguridad.

A pesar de la objeción de estos líderes departamentales  y otros funcionarios municipales, y con escaso o ningún análisis ambiental, estos robotaxis fueron aprobados para uso comercial. Como cuestión de gobernanza básica, esto representa un problema grave. Según un informe de la industria, un solo vehículo autónomo de prueba produce en un día la misma cantidad de datos que el telescopio espacial Hubble produce en un año. El impacto ambiental de la energía necesaria para almacenar estos datos y alimentar las potentes computadoras no se comprende completamente, pero los científicos predicen que estos vehículos autónomos, si se adoptan ampliamente, podrían ser un impulsor masivo de las emisiones globales de carbono, “generando tantas emisiones de gases de efecto invernadero como todos los centros de datos del mundo actual.” Este análisis, por supuesto, ni siquiera considera los impactos ambientales y sociales de la mineria de litio utilizada en la construcción de las baterías que alimentaron los espectaculares incendios en Los Angeles. 

Finalmente, y quizás lo más destacado para las protestas contra la deportación, los carros representan tanto el desplazamiento laboral como la vigilancia tecnológica a gran escala de los espacios y comunidades urbanas, registrando, como dijo un crítico, "cada movimiento consciente... para el futuro escrutinio de las fuerzas del orden." Los taxistas y conductores de Uber, la gran mayoría inmigrantes y pertenecientes a minorías raciales, están justificadamente preocupados por la posibilidad de perder pronto sus empleos. Si bien Uber ha incluido el desvío de fondos de los sistemas de transporte público en su plan de negocios, los taxis autónomos representan algo completamente distinto: un contraste directo con una visión más utópica de la movilidad: un sistema de transporte público limpio, eficiente, seguro y accesible.

A pesar de estas importantes preocupaciones —plantadas por numerosos intereses urbanos, a veces opuestos— de alguna manera, estos vehículos se abrieron paso en nuestras carreteras y ciudades. Priorizar los intereses del capital tecnológico por encima de las preocupaciones y las vidas de la gente común —personal de primera respuesta, trabajadores del transporte, quienes dependen del acceso al transporte público— es particularmente indignante. En un microcosmos, es la percepción que la gente tiene sobre la gobernanza neoliberal en general: la sensación de que sus vidas son relegadas a un segundo plano ante los intereses de la élite.

Priorizar los intereses del capital tecnológico por encima de las preocupaciones y las vidas de la gente común —personal de primera respuesta, trabajadores del transporte, quienes dependen del acceso al transporte público— es particularmente indignante.

En respuesta al incendio en Los Ángeles, Waymo inutilizó rápidamente algunos de sus vehículos en San Francisco, no sin antes rociar al menos uno con dos mensajes: "Cómanse a los ricos" y "La tecnología impulsa el fascismo." En lugar de actos aleatorios de destrucción desenfrenada, deberíamos entender la quema de vehículos Waymo como efigies políticas de la oligarquía tecnológica, representaciones de la furia pública por el hecho de que los intereses del capitalismo de vigilancia se privilegian con demasiada frecuencia sobre el bien común cotidiano.

Las opiniones expresadas en los comentarios son propias del autor.

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