Cuando protestantes quemaron vehículos de Waymo en las calles de Los Ángeles, no se trato de una destrucción descontrolada. Fue un mensaje directo de la clase trabajadora contra la oligarquía tecnológica.
Por qué los capitalistas de riesgo están dejando que la icónica estación Greyhound de Oakland se pudra
La estación de autobuses Greyhound en el centro de Oakland ha sido un centro de la vida de la clase trabajadora durante décadas. Sus nuevos dueños, capitalistas de riesgo, están felices de dejarla pudrirse.
En la franja de la calle 7 cerca de la estación BART de West Oakland, Viet Nguyen esperaba un autobús a Fresno un sábado por la mañana. No hay ninguna estructura o edificio donde sentarse y esperar. Él cree que la antigua estación Greyhound en el centro de Oakland era mejor.
Su joven compañero de viaje, Minh Nguyen, tradujo para él. “Había un baño, había un letrero”, lamentó Viet a Minh. Reginald Blueford, que iba a Los Ángeles, estaba sentado junto a su equipaje en la acera cercana. Blueford ni siquiera se había dado cuenta de que la estación del centro había cerrado. “Eso era a lo que estaba acostumbrado”, dijo.
Esa estación Greyhound en el centro, con su elegante letrero que anunciaba “Bus”, todavía está en pie. No ha sido utilizada para servicio de autobuses desde finales del 2021. En su lugar, un espacio vacio, vigilada por seguridad privada que se asegura de que siga así.
El interior abandonado de la estación Greyhound en 2023. (Liam O'Donoghue / East Bay Yesterday)
La estación, que abrió en 1926, sirvió al público de manera grandemente durante casi un siglo antes de cerrar hace cuatro años. En su inauguración, The Oakland Tribune la elogió como “Tan buena como las mejores estaciones de tren en equipo, comodidad y apariencia.” Entre “1500 y 3000 personas” – oriundos de Oakland, visitantes, soldados y trabajadores migrantes por igual – pasaban cada día por sus puertas de bronce y vidrio en su primer año.
La estación ofrecía una entrada opulenta a la ciudad para personas de clase trabajadora que no podían permitirse tal lujo en sus hogares.
Un vistazo rápido a los comentarios en una foto de la estación en una página de Facebook de historia local revela docenas de historias de jóvenes que dejaban la ciudad por primera vez, lugareños recordando encuentros con proxenetas y traficantes de drogas, y soldados que regresaban de Vietnam, todo en la terminal.
“Tiny” Gray-Garcia, activista con POOR Magazine, ayudó a organizar un campamento en el amplio estacionamiento de la estación el pasado diciembre, después de que la policía suprimiera rápidamente su protesta fuera del Ayuntamiento contra los desalojos y arrestos de personas sin hogar. Se mudaron al estacionamiento de Greyhound durante siete días para mostrar cómo los “supuestos espacios públicos”, como los describió Gray-Garcia, languidecen sin uso. Gray-Garcia dijo que la gente le dijo que esa semana en el estacionamiento fue “la primera vez que no tuvieron que tener miedo de dónde iban a dormir”.
Pronto, la seguridad privada y la policía rodearon el área y los presionaron a irse.
El estacionamiento de la estación fue brevemente el sitio de un campamento antes de que los participantes fueran desalojados por la policía. Foto tomada el 22 de diciembre de 2024. (Simon Brown / Bay Area Current)
La terminal en San Pablo Avenue es una estructura única y visible entre muchas otras que alguna vez sirvieron servicios esenciales pero que ahora están en desuso en el paisaje del centro de la ciudad. ¿Por qué está vacío este distintivo emblema de Oakland, vigilado, pero inutilizable, mientras que la gente espera su autobús afuera?
Todo comenzó en 2021, cuando las líneas del Greyhound – debilitadas por la caída de la venta de boletos durante la pandemia – fueron compradas por la empresa de transporte alemana Flix. Flix ya había perfeccionado un modelo de negocio que le dio su reputación como “el Uber de los autobuses”: ellos pagaban la publicidad, las reservas y la planificación de rutas, y dejaban que empresas locales contrataran a los conductores y mantuvieran infraestructura. Ese enfoque “de activos mínimos”, junto con mucho capital de riesgo, los catapultó por encima de la competencia en Alemania. Cuando compraron la marca y las rutas de Greyhound, Flix quiso recortar los costos de la empresa que, según el nuevo director general, “funcionaba como si se hubiera construido hace un siglo”.
Eso significó deshacerse de la estación de San Pablo Avenue y de otras similares. Flix compró las rutas sin las estaciones, que la empresa matriz de Greyhound, FirstGroup, mantuvo en su poder. Ahora, tomar un autobús desde Oakland significa esperar afuera en la acera pública. Deshacerse de esta infraestructura para pasajeros, resulta, ha sido bueno para el negocio: los ingresos de Greyhound han aumentado de 420 a 670 millones de dólares desde que Flix la adquirió, según Forbes.
La empresa alemana Flix, apodada el "Uber de los autobuses", ahora posee las antiguas rutas de Greyhound, pero no sus estaciones. (Emile Donzel, CC BY-SA 4.0 / Wikimedia Commons)
Estaciones como la de Oakland ahora tienen otro propósito: son vehículos para la especulación inmobiliaria. Después de que Flix rechazara las propiedades, la firma de capital privado Alden Global Capital adquirió 33 estaciones Greyhound de FirstGroup en 2022. Esta firma es más conocida por comprar y desmantelar redacciones de noticias locales, como el East Bay Times, que perdió el 40% de su personal en dos años. La compañía destinó cientos de millones de dólares de esos periódicos a bienes raíces comerciales. La empresa inmobiliaria de Alden, Twenty Lake Holdings, compró esas estaciones Greyhound sin intención de devolver el servicio de autobuses.
Su inversión está generando ganancias en algunas ciudades. En Dallas, Twenty Lake Holdings vendió su estación a un importante magnate inmobiliario que planea usarla como punto de partida para desarrollar propiedades en el centro. La terminal de autobuses en Richmond, Virginia, será demolida para dar paso a un desarrollo de uso mixto. En abril, Alden puso en venta su estación Greyhound en el centro de Nashville, aprovechando la subida de adquisiciones y desarrollos de propiedades en la zona.
La renuencia de los inversores en otros lugares para desarrollar bienes raíces comerciales como edificios de oficinas es parte de una tendencia nacional, pero se siente especialmente en Oakland. La apuesta de firmas de capital privado como Alden por los bienes raíces comerciales ha dejado de dar frutos en casi todo el país durante los últimos tres años, ya que las empresas abandonan oficinas y los valores de las propiedades disminuyen.
Inquilinos de varios edificios construidos durante el auge de la construcción a finales de la década de 2010 recibieron aviso el año pasado de que los bancos y otros prestamistas están embargando sus hogares porque los dueños no pueden obtener suficiente ganancia alquilando las unidades para pagar los préstamos.
Construir ahora conlleva un riesgo, especialmente donde se encuentra la estación.
“San Pablo y Grand no es la dirección a la que se están dirigiendo los desarrolladores de oficinas”, dijo Mitchell Schwarzer, autor de Hella Town: Oakland’s History of Development and Disruption.
El corredor de San Pablo, que ofrecía fácil acceso al centro desde el norte, era un lugar ideal para la estación en la década de 1920. Después de que las autopistas cortaron y cruzaron el corredor para que los conductores pudieran evitar San Pablo, se convirtió en el “corredor olvidado”, en palabras de Schwarzer. Para los desarrolladores, es “el corredor menos deseable que sale del centro”, un destino que comparte con la calle 7 en West Oakland, que también conecta el núcleo urbano con la “comunidad afrodescendiente histórica de Oakland”.
La estación Greyhound de Oakland en su época de esplendor. (The Architect and Engineer, nov. 1926)
Entonces, ¿qué ofrece esta propiedad a inversores como Alden Global Capital? Es una apuesta a que la demanda de oficinas u otros espacios comerciales podría repuntar y llegar hasta la zona donde San Pablo se une con el centro.
“Probablemente piensan, vamos a quedarnos con esto”, dijo Schwarzer. En lugar de invertir en un servicio para los residentes actuales, puede que estén esperando la demanda de consumidores que esperan que lleguen dentro de algunos años.
La historia de por qué la estación cerró y por qué sigue abandonada converge en este punto. No es suficientemente lucrativo mantener un edificio – y ciertamente no uno histórico e impresionante – para pasajeros que compran boletos baratos para visitar a su familia en Fresno o jugar a las tragamonedas en Reno. Desarrollar la propiedad que quedó atrás para servir a las personas que viven en el corredor de San Pablo no tiene sentido cuando el dueño puede simplemente esperar a que el vecindario cambie.
La historia es la misma para las otras estaciones Greyhound abandonadas de Twenty Lake en todo el país, y activistas como Gray-Garcia no son los únicos en señalar cómo los edificios que una vez brindaron un servicio necesario yacen vacíos como activos corporativos.
En Chicago, donde la estación aún funciona para el servicio de autobuses – pero podría cerrar en cualquier mes si Flix y Twenty Lake ponen fin a su arrendamiento – grupos comunitarios pidieron al gobierno de la ciudad que comprara la propiedad y garantizara su uso para los viajeros en autobús. La ciudad de Albany, por su parte, compró la estación Greyhound de Twenty Lake en diciembre.
El destino de la estación de Oakland sigue siendo incierto. Su letrero de “Bus”, un vestigio de sus días como un importante centro para los viajeros de clase trabajadora, señala las contradicciones de una ciudad con bienes raíces para vender y gente dejada afuera.
Cuando pasé por el estacionamiento de Greyhound donde se quedaron personas el pasado diciembre, un cartel que colocaron decía “Santuario, no redadas”, justo al lado de un anuncio de arrendamientos disponibles en los apartamentos The Moran, a una cuadra. Unas seis personas deambulaban por el lote; tres conversaban junto a una parrilla. Dos personas descargaban provisiones de una camioneta. El 24 de febrero, dos meses después de que esas personas se fueran, la ciudad de Oakland publicó un aviso que desalojarían cualquier campamento que en esa cuadra.
Cuando protestantes quemaron vehículos de Waymo en las calles de Los Ángeles, no se trato de una destrucción descontrolada. Fue un mensaje directo de la clase trabajadora contra la oligarquía tecnológica.